Los humanos nacemos despojados del instinto animal para actuar.

Esta debilidad instintiva está colocada en los animales para pasar rápidamente a la acción, por el contrario, los humanos como especie antes de actuar interrumpimos esa debilidad instintiva con la posibilidad de pensar y adaptarnos.

Es lo que nos hace sustantivamente diferentes.

Afirma Erich Fromm en su libro El miedo a la libertad que nuestras reacciones al medio ambiente son más lentas y menos eficientes que las reacciones automatizadas reguladas por el instinto en los animales.

Y lo explica así:

En el animal hay una cadena ininterrumpida de acciones que se inicia con un estímulo -como el hambre- y termina con una conducta más o menos determinada eliminando la tensión creada por el estímulo.

Nosotros, la especie humana, esa cadena la interrumpimos. Cuando estamos ante un estímulo evaluamos posibilidades para responder con nuestra conducta deliberadamente.

Lo hacemos con el cerebro, pensando, pero no todos ni siempre ni en todas partes.

Pensamos poco, y no hay sustituto para el sentido común. Estamos despojados del instinto pero adornados con el cerebro.

La experiencia continuada, tirar de lo que ya sabes o de lo que vienes haciendo esquiva la posibilidad de pensar. Recuerde que NO tenemos instinto.

Tenga en cuenta que Ud. puede estar en la misma situación desde hace años pero en contextos inéditos, nada familiares, con problemas que no deberían serlo pero haciendo lo de siempre, tomando o dando la misma papilla.

Para estas situaciones inéditas no vale una secuencia correcta sino una comprensión profunda de qué, cómo y por qué hacemos lo que hacemos.

No somos instintivamente determinantes como los animales, tenemos la posibilidad y en ocasiones la obligación de dudar, de subvertir las apariencias y exponer contradicciones: La posibilidad de ser inteligentes.

Dice el filósofo José A. Marina que desde niños tenemos que desarrollar la capacidad de inhibir el empujón del impulso y el tirón del estímulo pero no es fácil.

Además, equivocadamente, observamos en alguien el impulso del instinto y cuando acierta (ni él sabe cómo) lo interpretamos elogiosamente.

No podemos seguir reformulando juguetonamente el desafío que tienen las organizaciones en términos Aprendizaje y Desarrollo Directivo. Y no nos referimos a actualizar los conocimientos que el directivo ya ha adquirido en su formación académica o práctica (FI-CO-IT, etc).

Es necesario innovar los procesos de aprendizaje y dejar de tomar y dar la misma papilla para competir apostando por el desarrollo de la I N T E L I G E N C I A RACIONAL porque lo que va a dar de sí una organización dependerá en parte del desarrollo de las personas.

Despojados del instinto hemos sido premiados con el cerebro que sólo es racional si se le educa para serlo

Ver vídeo Pocos cambios por dentro.