Me comentaba Julian, un directivo, que algunos colegas con los que comparte reuniones le dicen que «es negativo».
Le pedí un poco más de detalle.
Se refería a que sus apreciaciones en comités o reuniones en órganos consultivos eran con frecuencia «negativas»:
– ¿Va a cumplirse este plazo? Julian respondía «no»
– ¿Es posible alcanzar este objetivo con los recursos actuales? Julian respondía, «lo veo complicado».
En otra reunión con los mismos compañeros, a Julián le pidieron que se pronunciara por una opción sobre la que consideró que tenía poca información. Guardó silencio y pidió tiempo para reflexionar.
Cuando Julian se opone o duda, es percibido como negativo, y representa para sus colegas, sin quererlo, la presencia de algo malo.
Negativo no es sinónimo de malo. Si le dices a un compañero al que le muestras una máquina sofisticada «no toques ese botón» esto es negativo, pero no es malo.
Cuando recibimos información negativa o no esperada podemos sentirnos mal, disgustarnos, pero si reaccionamos al disgusto en vez de responder a lo que lo provoca vamos mal.
Por otro lado, poner etiquetas no es malo, lo malo es equivocarse al ponerlas.
Si etiquetamos a Julian como una persona «inconveniente» en las reuniones, podemos pronosticar que si Julian no vuelve a participar en ellas, su ausencia no traerá nada positivo.
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