Hacer juicios sobre algo o alguien no es malo, siempre y cuando notes que es un juicio. Definimos juicio como una etiqueta que ponemos para calificar algo o a alguien. Contempla ventajas: Es fácil, simplifica las cosas y ahorras tiempo. También tiene inconvenientes.

 

Ponemos un ejemplo:

 

Julián, un proveedor que trabajó conmigo es bobo. No se enteraba de nada…

 

Si como decimos al principio del post, adviertes que es un juicio y sobre el que seguramente tenías evidencias de ello (de que Julián no se enteraba de nada) habría que investigar cuando hiciste ese juicio (por ejemplo si fue en 2005) y si hoy, en este momento, sigue vigente.

La cuestión es:

 

¿Cuánto tiempo hace que no ves a Julián? y ¿Cómo sabes que sigue sin enterarse de nada?

 

Es frecuente no actualizar nuestras mediciones. Nos quedamos con el lenguaje que proyectamos entonces sobre Julian, pero, aun lo empeora más si el juicio que hiciste era negativo, lo cual dificulta la actualización de cómo están las cosas en este momento, (hoy) atendiendo a un significado que dimos a nuestra relación con Julian sin reparar en que posiblemente, Julian y tu hayáis cambiado.

 

Lo que hacemos cuando mantenemos nuestras ideas o experiencias sobre alguien o algo pasados unos años es imponer el aprendizaje sobre ellas en vez de aprender sobre las cosas o las personas.

 

Aprender sobre la validez del conocimiento que tenemos y de cómo lo adquirimos (lo aprendimos), precisa actualizar el contenido y comprobar el proceso que nos llevó a ese conocimiento.