La relación (relacionarnos) es un concepto abstracto (quizá por eso es menos vistoso) y al no ser algo físico puede parecer algo secundario, sin importancia. Saque Ud. sus propias conclusiones a partir de las tres experiencias que le contamos aquí:

    • En la residencia de ancianos donde vivía un familiar, noté y comprobé cómo los celadores, auxiliares o la doctora, estaban más preocupados por la tarea, y los protocolos del trabajo que por la propia relación o vínculo que había entre cuidadores y ancianos. Predominaba la tarea: recoger, lavar, mover sillas de ruedas con habilidad, dar de comer, comprobar el nivel de azúcar en sangre,… y los horarios.
    • En el colegio donde se desarrolla una niña de 12 años en 1º de la ESO, sus profesores, priorizaban el temario lectivo y la calificación académica (buena o mala) por encima de la relación con la pre-adolescente.
    • El socorrista de la piscina en la que este verano intentaban divertirse niños y adolescentes, su atención estaba inmersa, exclusivamente, en ejercer su autoridad y en mantener de forma inflexible la normativa y ordenanza de salud pública, como si no hubiera más.

El vínculo o la relación que establecemos es, con frecuencia, a través de conceptos, teorías, normas. Con lo estático. Quizás porque es más fácil encontrar aquí un «artificial equilibrio»

Cumplir normas, protocolos o abrazar teorías nos hace sentir más seguros porque estamos dentro de lo que conocemos (piense en su trabajo).

Por otro lado, las normas también nos ayuda a organizar y equilibrar las cosas cuando se alteran pero nos olvidamos que la vida (envejecer, aprender, divertirnos) se cualifica, se valora, por la forma de relacionarnos.

Una alta calidad en las relaciones mejora las cosas y no se instrumentaliza con normas, horarios, ordenanzas y obligaciones sino dentro de ellas, siendo el margen más amplio de lo que parece.