Cuando necesariamente estamos involucrados en un asunto y «no hacemos nada», las expresiones al respecto serán juicios conectados a lo que sentimos pero lo que sentimos puede no estar relacionado con lo que está ocurriendo
Cuando no haces nada, hay una irrefrenable voluntad de hacer valoraciones que empobrecen y poco aportan.
Alejarnos de la participación -cuando toca-, eludir nuestras responsabilidades o no involucrarnos dispara la valoración que hacemos.
Si Ud. para, se toma un momento y reflexiona con claridad y profundidad, puede notar que estas valoraciones no son reales por que no se pueden comprobar, son mediciones que hacemos de forma subjetiva y abstracta.
Prueba de ello es que el Ser Humano no se mueve tanto por la física o la química sino por el significado que le damos a las cosas.
- Mi compañero no trabaja lo suficiente
- La empresa no es lo que era
- Mi jefe es genial.
Añada que cuanto más nos empeñamos en mantener esos significados, más difícil hacemos la reflexión que debe ser el motor de cambio en vez del freno de mano.
Si no hacemos nada y nos alejamos de la experiencia lo que tenemos como resultado es una valoración sobre la ideas que guardamos en la cabeza y que no existen fuera de ella.
Son ideas negativas, fantasiosas o ideas positivas, irreales: Opiniones. Algo nada práctico a no ser que Ud. sea un reconocido tertuliano.
Puede comprobar que la valoración se empobrece, cada vez es más baja, como si todo estuviera mal, cada vez peor o todo lo contrario, maravilloso y cada vez mejor,… y a menudo eso está muy lejos de lo que realmente está ocurriendo.
Es el riesgo de no hacer nada.
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