Cuando somos adultos parece que ya lo sabemos todo y una prueba de ello es la habilidad que hemos adquirido para teorizar.

Teorizar nos hace sentir seguros. Lo hacemos cuando ocurre algo diferente a lo esperado. Ejemplos:

  • «Empezó el proyecto hace seis meses y aquí seguimos sin trabajar. Teoría: Lamentablemente la indolencia no tiene consecuencias, incluso en ocasiones se premia.
  • «La planificación sigue sin cumplirse». Teoría: Siempre ha sido así, las planificaciones se las inventan.
  • «Somos incapaces de ponernos de acuerdo entre nosotros». Teoría: Es normal, cada uno es de su padre y de su madre.

La habilidad de entender más es suplantada por la habilidad de teorizar, de colocar lenguaje adornado con descripciones metafóricas. Además la teoría concluye, cierra, impide averiguar lo que realmente ocurre.

Cuando menos entendemos cómo funcionan las cosas, la inclinación a teorizar aumenta.

Ampararse en la teoría tampoco cambia nada, por eso muchas cosas que no funcionan siguen sin funcionar.

Para salir de la teoría y ampliar el conocimiento en vez de estrecharlo comienza por querer saber qué ocurre específicamente cuando «la planificación no se cumple o no somos capaces de ponernos de acuerdo entre nosotros.»

Saber más, alcanzar comprensiones, tampoco se consigue a través de preguntas que persiguen soluciones urgentes sino con preguntas que amplíen posibilidades que abran comprensiones. Preguntas que entren en dudas en vez de salir de ellas.

Inicialmente, entrar en dudas puede resultar incómodo, confuso, pero ambas sensaciones no significan que la cosa vaya mal.