Señala Steven Pinker en su libro En defensa de la ilustración  la siguiente cita:

«Las cosas malas ocurren con rapidez pero las cosas buenas no se construyen en un día, y cuando se desarrollan están desincronizadas del ciclo de noticias».

Dice S. Pinker que la manera de representar -hoy- el mundo es muy rica y aunque nuestras metas a alcanzar son más diversas son también menos predecibles, y por eso parece que nada es cierto.

Las cosas buenas están ausentes, no las notamos. Notamos las cosas malas.

Si preguntas a tu pareja, a tu jefe o a tu partner «qué están recibiendo de ti» probablemente dirán «no lo sé». En el mejor de los casos manifestarán abstracciones, muchas de ellas envueltas en reproches: falta de compromiso, de cariño, poca lealtad, no me apoyas cuando más lo necesito, a veces eres negativo, etc.

Estas abstracciones, estas cosas malas que pensamos van, con frecuencia, dentro de lo que sentimos.

Si nos sentimos mal, incómodos porque atravesamos una etapa complicada, las conexiones mentales las hacemos de forma estrecha y con lo fijo, con lo estático con lo que inmediatamente nos atañe y como si no hubiera más.

También nos afectan y sobrevaloramos las alertas de -malas- noticias que nos llegan al teléfono móvil, son inmediatas, rápidas, una tras otra, experiencias intensas de juicio fácil.

Notar las cosas buenas -gozamos de muchas- precisan desarrollo y necesitan comprensión, tiempo y dinamismo en un marco más amplio.

Comprender es más difícil que juzgar.

Las «cosas malas», los juicios verbales incompletos o negativos y las «malas noticias en forma de alertas», posiblemente son reales, pero una cosa es resignarse a la realidad y otra muy distinta responder a la realidad.

Una pregunta para reflexionar:

¿Qué te influye: la intensidad de la experiencia o el contexto y a cual de estas dos puedes responder?