Cuando nos sentimos emocionalmente mal ante un problema, hacemos siempre lo mismo:
- «Cambiar lo que sentimos» en vez de averiguar qué lo provoca o saber de qué se trata.
- «Buscar la solución frágil», alejándonos inconscientemente del problema.
Al intentar cambiar lo que sentimos (miedo, vergüenza, rencor, etc.) hacemos siempre lo mismo si después de un encuentro desafortunado, perturbador o incómodo con un compañero, un cliente, un familiar,… nos alejamos de él con la receta recurrente:
…no quiero ni verle.
Esta es mi receta recurrente -quizás Ud. tiene otra- y sin darme cuenta, perpetúa el problema alejándome de él, impidiendo averiguar y comprender qué ha ocurrido específicamente.
Averiguar y comprender lo que sentimos nos informará de si ese sentir es apropiado o no. Guiarnos por el deseo de alejarnos es infructuoso.
Y si Ud. piensa que «todo el mundo hace lo mismo», tenga presente que:
Cuanta más gente hay haciendo lo mismo, más vulnerables somos.
Si lo que sentimos es intenso y permanente, -y no nos deja dormir-, recurrimos a la solución frágil. Aquí van tres ejemplos:
a) Piense en un dentista al que acude por un dolor intenso, y Ud., creyendo que la solución consiste en quitar el mal sentir, le pide que le arranque la muela directamente.
b) Recuerde la película en la que el jurado popular, guiado por el deseo de satisfacer a la opinión pública, siente que debe condenar al sospechoso creyendo que se hace justicia sin comprender qué ha ocurrido con detalle y precisión.
c) Imagine que su cliente directo se siente orientado únicamente por el precio y cancela la renovación del próximo contrato sin saber que la frágil solución del proveedor más barato, no puede darle el servicio y la calidad que necesita.
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