Degustamos por segunda vez el libro «Juntos» (Ed. Anagrama) de Richard Sennett para añadir otra Habilidad Seria: La cortesía.
El diplomático Baltasar Castiglione en 1528 evoca la cortesía como la habilidad de:
Saber comportarse de modo menos agresivo en la conversación y procurar así más placer.
Pasados 500 años Ud. puede valorar si es pertinente ser cortés en las conversaciones entre políticos -no solo españoles- en el parlamento o en un plató de TV, e incluso entre nosotros mismos en reuniones de vecinos o profesionales.
Atención a lo que B. Castiglione al inicio del Renacimiento perseguía:
… «quería que sus cortesanos disimularan la buena opinión que tenían de sí mismos, pues la fanfarronería podía hacer que los demás se sintieran inferiores».
Norbert Elias, sociólogo contemporáneo interesado por «el proceso de civilización«, mencionó la cortesía como la conducta que se convirtió en modelo de comportamiento entre los siglos XVIII-XIX.
Elias comprobó que:
El desarrollo de la cortesía en el lenguaje -no solo en la conducta- se logró a costa de un gran precio psíquico: Sentir vergüenza.
Hoy, en occidente, con un supuesto alto grado de educación y al mismo precio, ser cortes no parece una habilidad relevante.
Y lo peor es que no sentimos vergüenza, al menos en contextos que nos resultan familiares. Lo explicamos:
La falta de cortesía en el lenguaje o nuestros gestos agresivos en una reunión de trabajo, al entrar en el autobús o compartiendo un aperitivo con amigos no parece avergonzarnos.
Sí parece necesario ser cortés -y no sentir vergüenza- cuando entramos en un buen restaurante o en un gran museo.