El 4 de agosto de 2019, El País publica el artículo Científicos de élite rechazados por la universidad española.
Parece que una científica premiada por el Consejo de Investigación Europeo con 2M de euros para seguir con su trabajo de investigadora fue rechazada por la rigidez de la ANECA para acceder a una plaza de profesora en la universidad Española. (La ANECA tiene como objetivo contribuir a la mejora de la calidad del sistema de educación superior mediante la evaluación, certificación y acreditación de enseñanzas, profesorado e instituciones.)
Solamente había dado 100 horas de clases cuando pedían un mínimo de 450. Es el precio de la rigidez.
100 horas de clases: una medición caducada
Aprovechamos esta noticia para investigar un poquito acerca de los estándares: un estándar es la cualidad que escogemos sobre algo o alguien para hacer una medición, una valoración.
Si la ANECA toma como estándar el criterio «horas de docencia» (al peso), y no comprueba que en nuestro contexto actual ya no es útil, podría estar ponderando un estándar caducado.
En defensa de la ANECA, podemos decir que los estándares destinados a las personas son difíciles de colocar, en objetos físicos no tanto:
Un ciudadano medio para seleccionar la compra de su coche, elegirá: diseño, etiqueta ECO o conectividad…no elegirá «velocidad máxima» porque puede seguir vigente pero hoy no se pondera.
Aunque muchas instituciones y organizaciones creen que favorecen la estabilidad «manteniendo las cosas como siempre» o «haciendo que todo siga igual», no notan conscientemente que quedan atrapados en sus normas y reglas.
Con normas y reglas nos aseguramos saber qué hacer y cómo movernos, pero si no las actualizamos, las cambiamos o sustituimos, pagamos el precio de la rigidez.
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