Julián salió desconcertado de la reunión con una idea en su cabeza «no tiene sentido», dijo a sus compañeros.

El desconcierto y el sinsentido de Julián, comenzó cuando llegaron los cambios en su empresa: cambios en procesos, normas, protocolos, más controles.

Fuera de la empresa también se producían cambios: los carriles en las calles para las bicicletas, los patinetes en medio de las aceras, las restricciones al tráfico por contaminación.

Eran cambios impuestos y esto le incomodaba aun más. Lo mismo percibían sus compañeros con los que llevaba trabajando muchos años juntos.

Cuando estamos mucho tiempo juntos, o en el mismo sitio, no somos muy conscientes de cómo van cambiando las cosas (la política, las relaciones familiares, los coches, el ocio, la alimentación) hasta que un día, súbitamente notamos que algo es diferente, que ha cambiado y… «esto nos capacita o nos limita»

 

Podemos llegar a sentir un desprecio inevitable hacia todo aquello que no podemos comprender.

 

Para reconstruir las comprensiones del aparente sinsentido de los cambios, para no limitarnos, será útil reflexionar (reflexionar es pensar con profundidad) sobre si esos cambios tienen sentido o no en el CONTEXTO  en el que opera la empresa o en el que participa tu ciudad.

En los últimos 10 años (no ha transcurrido mucho tiempo) algunas empresas importantes y muchas ciudades han sufrido un cambio de CONTEXTO.

Para entender los cambios os proponemos reflexionar (mínimo entre tres personas) no para dar sentido a lo que ocurre sino para racionalizar qué está ocurriendo a través de una pregunta:

¿En qué contexto opera tu empresa, (en los últimos cinco años), y lo hará en los próximos cinco?

(El contexto está compuesto por: El mercado, la competencia, el posicionamiento, los recursos, los procesos, los clientes, el pasado, el presente, el futuro, Europa, el mundo etc.)