Eran las 11:30 de la mañana, momento en el que aprovechamos para hacer un descanso tomando un café y mantener una conversación amigable. Ese día tuve la ocasión de conversar con un comercial del sector de las telecomunicaciones, (técnico senior) con más de 25 años de experiencia.
Le saludé con ¿Qué tal, cómo estás?... Me respondió que se iba esa misma tarde de vacaciones pero que se sentía «impaciente» porque estaba pendiente esa mañana de la respuesta a una oferta que presentaron para conseguir un contrato (importante) de mantenimiento/soporte de red, a un cliente minorista del sector textil que tenía diferentes puntos de venta por toda España.
Al notar su «impaciencia» le pregunté:
-¿Qué expectativas tenéis de conseguir ese contrato?
Me contestó con una onomatopeya
-buhaaaaa-... Arqueando las cejas, para dirigir a continuación su mirada hacia el suelo y apurando el café concluyó con “no lo sé…pero nos lo darán seguro”.
Quedó en silencio y esbozó una sonrisa que interpreté (y lo subrayo) como si no contemplara la posibilidad de que ocurriera lo contrario (que no les dieran el contrato).
Dicho esto, las expectativas no son negativas ni positivas, es algo que ponemos, algo que construimos mentalmente. Para evitar el enfado cuando no se cumple, bastaría con saber cómo hemos construido esa expectativa, eso que damos por hecho.
31 comentario en esta conversación
depacháramos
los asuntos. Esto nos puede crear una expectativa de "llegar a todo" y sí puedes llegar pero ¿cómo? Le decía a Patricia en un comentario anterior que es importante notar que en la vida (y el trabajo forma parte de la vida) se quedan muchas cosas sin hacer y cuando eres directivo (mientras trabajas) debería contar más la prioridad y la calidad de lo que haces, que la cantidad. asuntos