Sitúese mentalmente en la experiencia de una reunión en la que salió de ella con «falsos acuerdos».

Lo notamos cuando, en silencio, al salir de la reunión pensamos «esto no va a funcionar» o «esto no va a ser posible».

Generalmente, no hay intención de llegar a acuerdos de difícil cumplimiento, pero así salimos de muchas reuniones. La pregunta es:

¿Cómo es posible llegar a «falsos acuerdos» sin pretenderlo?

En determinadas reuniones de trabajo es fácil llegar a acuerdos en  fechas y plazos, son estándares visibles, unívocos, de fácil chequeo.

Pero también hay que tratar estándares de difícil comprobación y complejo chequeo. Por ejemplo:

«Criterios de evaluación de riesgos», «compromiso con la calidad», «transparencia en la gestión», «consistencia y seguridad», etc. 

Mezclados unos con otros, ponderamos fechas y plazos sin prestar mucha atención a lo que queda al margen de lo inmediatamente verificable, siendo además lo mas incómodo, (lo indeterminado, lo que no es fácil precisar) lo que realmente importa.

Lo explicamos:

Durante el transcurso de una reunión, individualmente podemos sentir «inseguridad» o «riesgo propio» sobre la información que facilitamos, pero si a la vez la propia reunión exige avanzar, nos apoyamos afectivamente en el grupo para ocultar la inseguridad que sentimos individualmente:

Lo hacemos consensuando estándares fácilmente verificables, como plazos o fechas.

Y como si no hubiera más, por avanzar y de manera no consciente nos auto-organizamos mentalmente para construir un postizo sentimiento de seguridad.

Es como si nos metiéramos un gol en propia meta.

La seguridad llega con la profundidad, el detalle y como no, notando la presencia de dimensiones afectivas para prestarles el espacio de atención que merecen.