Nosotros y ellos, público y privado, ellos y ellas, clientes y proveedores, orientales y occidentales: Creamos fronteras.

El lenguaje, además de para hablar y pensar lo utilizamos para imaginar.

A través del lenguaje representamos internamente lo que ocurre en el mundo, pero no como el mundo es en realidad sino como lo percibimos, y tras esa percepción imaginamos a través de ideas.

Vamos a un ejemplo concreto: Imaginamos fronteras.

La palabra «frontera» la utilizamos para separar países con lineas divisorias. Hemos dibujado límites  en los mapamundis para organizar la comprensión geopolítica del mundo, pero en la realidad, esas líneas no existen. Aunque verlo así dibujado da la existencia -falsa- de ese límite.

Por si fuera poco, como estos mapas están formalmente muy bien organizados y generalizados, la separación se hace permanente.

Insistimos, realmente no existen esos límites. Ni siquiera la frontera entre España y Portugal o Madrid y Toledo.

Las fronteras, los límites dibujados en los mapas hacen referencia a una separación que no existe.

La diferencia entre los mapas que ilustran este post es que sólo uno es el que mejor describe la realidad. Es el que no tiene lineas divisorias, el que no tiene fronteras.

 

Una reflexión:

¿Si los gobiernos de países como Italia, España, Francia, Inglaterra… hubieran organizado sus decisiones sobre un mapamundi real, sin fronteras, las decisiones en su forma, momento y espacio para protegernos del Covid-19 hubieran sido diferentes?

A través del lenguaje, pensamos creando ideas que nos ayudan a organizar la experiencia, pero muchas de estas ideas hacen referencia a palabras que no son cosas reales.