Piense un momento en el esfuerzo que hace para mantener su matrimonio, su familia, un cliente, su peso ideal.

Ahora piense en el esfuerzo que hace su organización para contribuir al mantenimiento y mejora de los resultados, los estándares de calidad o las entregas en los plazos previstos.

Y otra cosa más, cada lunes, sin querer, compruebe si escucha a alguien comentar que todo sigue igual (igual de mal).

¿Lleva mucho tiempo en esa constante y vertiginosa monotonía en la que nada o muy poco cambia?

Es como la pesadilla en la que todo se mueve y no se mueve nada con ese constante volver a empezar cada semana.

Hasta que un día, el run-run que se oía se hace realidad:

Nos informan de un cambio de oficinas y que lo vamos a aprovechar para tomar impulso con la voluntad de hacer cambios con un nuevo modelo de organización.

Si en una empresa hay mucha gente ejecutando, sólo con un «modelo fuerte» se pueden alinear las cabezas para tomar microdecisiones y decisiones bajo ese mismo modelo

Pasan seis meses y ese bienintencionado impulso no activa los comportamientos específicos para cambiar, muchas veces solo es voluntarismo.

No se activan los comportamientos porque las cosas que producen cambios, las que generan desarrollo e innovación se anudan en detalles.

Detalles que han de ser conectados, comprendidos, organizados en un modelo fuerte y esto no se consigue solo con IA.

Tampoco deberíamos confundir la tecnología con el atajo y el rechazo a lo propio.

En Mentes Flexibles sabemos que todo directivo quiere hacer bien su trabajo pero lo hace según la forma en que ha dado sentido a su forma de dirigir y esa forma de dirigir puede necesitar ser actualizada.

El esfuerzo sólo, incluído el tecnológico, no basta y la experiencia continua que albergamos no es siempre útil ni suficiente para un entorno volátil y lleno de contradicciones.

La calidad de una organizacióndependerá en parte de lo que aprendan sus directivos

Ver vídeo Pocos cambios por dentro