Con frecuencia tenemos la idea de «cuanto más mejor».

Un PC con más GB es mejor, una cámara de fotos con más píxeles es mejor, un equipo con más gente es mejor.

Pensar en la idea de que muchas cosas serán mejor cuanta más cantidad tengamos es desatinada. Pensamos en cantidades no tanto en cualidades.

¿Cuáles son las cualidades que hacen de un PC, una cámara de fotos o un equipo de personas sea mejor?

Posiblemente esta pregunta nos obliga al inquietante e inoportuno momento de informarnospensar. 

Pensar requiere tiempo y esfuerzo.

Prescindimos de tiempo y esfuerzo porque preferimos un atajo para mitigar la inquietud abrazando un intenso «input» cuantitativo:

Por si acaso, cuanto más mejor. 

Hay una explicación:

La afición a la cantidad como estándar para valorar las cosas representa el atajo que nos evita pensar, informarnos.

Y no vale ampararse en la excusa de estar colmados de obligaciones y con tiempo limitado para pensar.

Contraintuitivamente, para decidir el destino de las próximas vacaciones, Ud. seguramente no valorará solo la cantidad de días sino a dónde ir, cómo ir, qué hacer allí (cuanto y cómo) y cuando volver.

Lo de las vacaciones resulta un alivio porque es evidencia de que las personas pensamos para tomar decisiones informadas, pero no siempre ni todas.

Recuerde también que, muchos gigas, pocos píxeles, más gente, son mediciones cuantitativas, subjetivas y fijas que hacemos en un contexto mullido. El inconveniente es que el contexto cambia.

Más no es sinónimo de mejor. 

La vida es dinámica: Pensar que comprar una casa más grande mejorará nuestra vida, quizás, más adelante, podría empeorarla.

Generalmente la cantidad no es una distinción conspicua para una toma de decisiones informada y completa.

Hay más valor en la conexión cualitativa que hacemos de las cosas que en la cantidad que tenemos de las cosas.