Para comprender cómo China avanza imparable en el mundo -al margen del binomio capitalismo/comunismo- hay que entender ciertos aspectos de su cultura.

Richard Sennett en su libro Juntos nos describe cómo el analista de sistemas Yuan Luo explica el Guanxi:

«Una sólida red de relaciones basada en la confianza».

Quien conoce de primera mano el Guanxi, asegura que es más sólido que cualquier ley o contrato comercial.

Basta con la palabra dada.

El Guanxi consiste en prestar ayuda y, naturalmente, en no sentir vergüenza por pedirla.

Sennett justifica principalmente un motivo para no sentir vergüenza:

Es una red sostenible. Va de generación en generación, quien presta ayuda puede necesitarla en un futuro.

Recuerda también que en Occidente nos enseñan a todo lo contrario desde pequeños, a ser independientes, a no pedir ayuda para ser libres.

A la inversa, en la Cultura China, quien no pide ayuda «es un ser profundamente dañado».

 Ellos no sienten vergüenza por pedir ayuda. ¿Por qué? Porque piden ayuda estructural no emocional. En su sistema de cooperación o negociación no desarrollan vínculos afectivos.

En China, principalmente, persiguen comprar y vender a un precio. Quizás por ello cuando algo va mal no sucumben a la decepción de «pérdida de amistad».

Quizás, tampoco prometen cosas que no pueden cumplir.

En España es fácil comprobar como, con frecuencia, negociamos o cooperamos incluyendo intercambios emocionales, afectivos. Nos gusta sentir que hacemos «amigos».

Prueba de ello es el ingrávido mantra con fondo narcisista que predicamos:

«Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti»

en vez de:

«Trata a los demás como a ellos les gustaría ser tratados»

Si se detiene un momento y piensa, la vida a veces, se podría resumir en dos palabras: Comprar y Vender.

La mayoría de las personas no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo hasta que nos desplazamos a otra cultura.