Nos chiflan las frases donut, redondas y huecas.

Por ejemplo las relacionadas con la felicidad en el trabajo.

«Si no puedes volar, corre, si no puedes correr, camina, si no puedes caminar, gatea. Sin importar lo que hagas, sigue avanzado hacia adelante» (M. Luther King).

Queremos sentirnos felices en el trabajo y con esta idea, creamos conceptos imaginarios resumiendo mucho con muy poco.

Puedes sentir felicidad mientras masticas y saboreas un donut (luego desaparece).

Sentir felicidad por el donut, no es por el donut en sí mismo (el producto) sino por el proceso de comerlo.

¿Te lo comes tú sólo? ¿en cualquier lado, en cualquier momento, cualquier donut o seleccionas y eliges entre varios uno específico? ¿en un plato, con las manos? ¿por calmar el hambre, porque lo acabas de ver pasar delante de ti, porque te premias,..?

La felicidad en el trabajo no se alcanza con frases donut, ni por el trabajo en sí mismo, sino por el proceso de trabajar: ¿Cómo trabajas (tú)? ¿A solas, deprisa, de cualquier manera, con cualquier cosa, sin rigor, sin motivo, sin detalle…?

Comerse un donut añadiendo cualidades hará del proceso de comerlo algo: más bello, higiénico, sabroso, completo, funcional, estable, diferente, reproducible, ejemplar.

Es posible que tras involucrarte en este proceso te sientas feliz.

Con el trabajo ocurre lo mismo:

Tienes que implicarte en un proceso (como con el donut) añadiendo cualidades porque las cosas no ocurren solas, hay que hacerlas activamente.

Nos volcamos excesivamente en el principio y en el final y en cómo queremos sentirnos cuando empezamos y cuando acaben las cosas pero nos olvidamos de lo que hay en medio: El proceso, que no es redondo ni hueco.

El principio y el fin de algo no son cosas separadas sino los extremos conectados por un proceso sostenido y reproducible que, seguramente, nos hará más felices.